Aunque la vida te de mil motivos para renunciar... Dios te da mil y un motivos más para seguir adelante.
Sopló el viento, feroz, toda la noche. Desde la casa oíamos su clamoreo entre los pinos.
Parecía que el aire se quejaba por ser nada más aire, y no agua o piedra. Golpeaba los maderos de la puerta; sacudía los postigos de la ventana con manos de ladrón.
Mi sueño fue intranquilo.
Cuando por fin la sombra se hizo día siguió siendo de noche en esa frágil casa que soy yo.
Salí a mirar los árboles, los viejos árboles del huerto. Pensé que los hallaría abatidos por el ventarrón.
No fue así: la violencia del aire les quebró nada más las ramas secas.
Fue el viento igual que sabio jardinero que los podó y les quitó su peso inútil.
Así sucede, creo, con los vientos de el fracaso, soledad y de dolor.
Nada le harán al hombre si su raíz es firme.
Le llevarán sus vanidades, sí, pero las ramas fuertes quedarán, y otra vez darán fruto.
Esa es la lección del viento, de ese viento que siempre llega y que siempre, también, después se va.
1 Juan 1:6-7
"Si decimos que somos amigos de Dios y, a la vez, vivimos pecando, entonces resultamos ser unos mentirosos que no obedecen a Dios. Pero si vivimos en la luz, así como Dios vive en la luz, nos mantendremos unidos como hermanos y Dios perdonará nuestros pecados por medio de la sangre de su Hijo Jesús".
"Si decimos que somos amigos de Dios y, a la vez, vivimos pecando, entonces resultamos ser unos mentirosos que no obedecen a Dios. Pero si vivimos en la luz, así como Dios vive en la luz, nos mantendremos unidos como hermanos y Dios perdonará nuestros pecados por medio de la sangre de su Hijo Jesús".
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