La semana pasada tiré el preocuparme, se estaba poniendo viejo y
me estorbaba. Me impedía ser yo mismo, no podía actuar a mi modo.
Tiré esas inhibiciones, no dejaban lugar para mí.
Hice lugar para mi nuevo crecimiento; me deshice de mis viejos
sueños y dudas. Tiré un libro sobre mi pasado (igual no tenía tiempo
para leerlo).
Lo reemplacé con nuevas metas y empecé a leerlo hoy.
Tiré los juguetes de mi niñez (¿recuerdan cuánto les estorbaba yo?)...
Conseguí una nueva filosofía y también tiré la de mucho tiempo atrás.
Compré algunos libros nuevos llamados: Puedo, haré y debo.
Tiré el podría, haría y debería. ¡Ah!, si hubieran visto el polvo...
Me topé con un viejo amigo, el único que nunca me falló y a quien no
había visto hace bastante tiempo, ya que yo por andar de fiesta en
fiesta no tenía tiempo para Él, creo que su nombre es Dios.
Si, realmente me gusta su forma de ser y voy a seguir su ejemplo.
Me ayudó con la limpieza y agregó algunas cosas, tales como:
Oración, esperanza y fe.
Sí, las puse en mi estante.
Tomé algo especial y lo coloqué en la puerta principal. La encontré
se llama paz.
Ya nada me puede abatir. Ahora mi casa esta muy linda, todo se ve
bastante bien.
Para preocupaciones y problemas, simplemente no hay lugar.
Es bueno limpiar la casa, especialmente la interior; ya que deshacerse
de tanta cosa que estorba, hace todo más alegre.
A lo mejor tú deberías tratar de hacer lo mismo.
El limpiador de tu alma es el perdón.
Deberás usarlo todo el tiempo, apenas veas impurezas, aplícalo.
No te acuestes nunca sin haber pedido perdón y sin haber perdonado.
El resultado será que en paz te acostarás y así mismo dormirás y tu
sueño te sustentará.
La hidratante de tu alma es la oración.
Si no hidratas la piel de tu rostro, se marchita.
Así, si no oras, tu alma se reseca, pero a medida que confías en Dios,
el afán y la ansiedad desaparecen, y aprendes a reposar y esperar en
el Señor.
La tonificante de tu alma es la alabanza.
Cuando alabas a Dios y vuelves a El tus pensamientos, cuando te
olvidas de ti mismo, sin egoísmo en tu corazón, quedas libre para
que Dios ponga en ti gozo.
Tu alma necesita el aliento de la palabra de Dios.
Cuando te alimentas con la palabra, la debilidad y la confusión
desaparecen. Serás como un árbol plantado junto a corrientes de
agua.
El protector de tu alma es la coraza de la fe.
Con la fe te protegerás de las inclemencias de la vida, mirarás por
encima de las circunstancias y pasarás victorioso en medio de la
prueba.
A través de ti, moverá montañas y alcanzarás a otros para gloria
de Dios.
Si usas a diario estos productos de belleza, tu alma se mantendrá
limpia y tu corazón será puro. Te saciarás de bien, y te rejuvenecerás
como el águila.
Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los
perdonará y nos limpiará de toda maldad.
1 Juan 1:9
A lo mejor tú deberías tratar de hacer lo mismo si quieres avanzar
con amor, éxito y felicidad en tu vida.
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